martes, 29 de mayo de 2012

BIBLIOTECA FÓSIL



1-Libros De La Micronesia.      

Tras la publicación a lo largo de 1995-96 de cinco plaquettes fuera de colección en sendos tirajes de 250 ejemplares, en marzo de 1997 apareció la primera entrega de Libros De La Micronesia, que se convertiría con el tiempo en nuestra colección más popular y de la que hemos publicado, sin periodicidad establecida, un total de nueve números. La exposición de las claves y el ideario de la colección han sido parcialmente expuestos en este blog, y las imágenes en detalle de cada una de las publicaciones pueden verse en nuestra página web. Si mencionamos esa entrañable colección —con la que en su día comenzamos y en cuyo décimo número estamos trabajando—, es porque la Biblioteca Fósil se creó como su contrapunto y también como necesario contrapeso que diversificara la oferta y equilibrase el espectro de intereses de un proyecto editorial, vital y lo bastante peculiar como para llevar ya quince años enredados en él: De La Pulcra Ceniza.

   

Libros De La Micronesia, 1997-2011

 
2-Huir de la imprenta.

Cuando publicamos Erebo & Terror (Libros De la Micronesia, nº 5. Barcelona, 2003) comenzamos a percibir que el dinamismo y la ilusión inicial del proyecto De La Pulcra Ceniza entraban en crisis de identidad. Habíamos comenzado vindicando en nuestros orígenes lo elitista, artesanal y absolutamente minoritario y teníamos la certeza de que nos deslizábamos hacia las posiciones usuales de los pequeños sellos marginales con vocación popular. Nos dimos cuenta a tiempo de que necesitábamos reorientar nuestra actividad hacia un enclave mucho más radical, movernos hacia la exclusividad y vindicar no ya lo minoritario sino lo decididamente elitista, la pieza única, cara, rotunda, exquisita y de “gama alta” que, de alguna manera, equilibrara la balanza de una trayectoria que nosotros mismos habíamos decantado del lado opuesto. Entendimos que con Libros De La Micronesia  —cuyo tiraje era de 250 ejemplares y se vendía a 20€— nunca llegaríamos a ser un sello verdaderamente peculiar; para eso era imprescindible añadir a nuestro fondo una colección absolutamente diferente que ni por asomo tuviese ningún tipo de relación con la imprenta, la serialidad, el tiraje o cualquier parámetro o técnica al uso en las artes gráficas. La consigna para salir de aquella crisis de identidad y crecer hacia algún sitio todavía indeterminado era clara y diáfana: huir de la imprenta.
     Fue hacia 2004 cuando, muy difusamente todavía, intuimos que quizá la orientación que debíamos tomar era la de volver a reconsiderar los procedimientos de la escultura, actividad que habíamos abandonado drásticamente en 1996 tras realizar seis muestras individuales y recibir las becas Escola Massana y Banesto en 1983 y 1988 respectivamente.
    Al cabo de una serie de tanteos con diferentes técnicas y de reflexión acerca de qué buscábamos exactamente, en 2005 comenzamos un trabajo de talla en piedra calcita, un libro cerrado, una escultura sin más con la que nuestra percepción daría el salto y nos proyectaría directamente a la intuición en bruto de un concepto cuya posterior elaboración y depuración están detrás de esta Biblioteca Fósil.


El primer libro fósil (2006), eslabón inical de la Biblioteca Fósil


3-Del papel a la piedra, una mutación de la oruga del lenguaje.     

El salto cualitativo que nos dejó entrever el verdadero alcance de lo que nos llevábamos entre manos se debió a la sutil distinción que efectuamos entre lo que es la mera escultura o réplica de un libro y la reconsideración de ese mismo objeto escultórico como publicación que “ha fosilizado”. Esa fue en su día la chispa inicial que prendió el fuego de nuestra poética: darnos cuenta de que lo que buscábamos pasaba por efectuar la delicada operación de  desvincular de la escultura  —no sin cierta ironía— lo que a todas luces es la réplica escultórica de un libro, y, como editores que somos, atribuir a esa piedra una nueva identidad como manufactura editorial que ha calcificado y presentarla con todas sus credenciales. El argumento que explicaría las causas que provocan esa curiosa mutación que transforma el papel en piedra, y las pruebas que la avalan, conformarían la segunda y tercera parte de nuestra poética, que elaboraríamos con posterioridad y acabarían cerrando toda la trama conceptual en que se asienta esta Biblioteca Fósil.
    En el año 2008, con motivo de la muestra de publicaciones que hicimos en el Centre Cultural de Vilanova del Vallès (De La Pulcra Ceniza: edicions, llaminadures editorials, Biblioteca Fóssil), pusimos por escrito, por primera vez y con la particular entonación con que nos gusta vestir nuestros conceptos, el texto de presentación de esta particular biblioteca.
           
                                          

BIBLIOTECA FÓSIL


«La naturaleza del lenguaje es vibratoria. Su verdadera consistencia es la de fluido, corriente verbal que se desplaza en el espacio y en el tiempo. La coerción que sobre él ejerce la cultura impresa, en forma de sujeción a un código y fijación permanente a un soporte, le es dañina.
    A semejanza de la falena que apenas vive una tarde, de la levadura que se agosta en pocas horas, la vida del lenguaje se consume al instante. La palabra vibra y cesa. Y de ser nuevamente pronunciada volverá a ser siempre la misma y siempre diferente. El río de Heráclito viene a ser flujo verbal.
    Por su carácter fugaz y de perpetua renovación, el lenguaje no sabía de sí, se ignoraba por completo. La creación del alfabeto fonético y la aparición de la escritura, la tipografía y la cultura impresa son los espejos en los que se ha reconocido.
    Así, tal vez el libro no sea un fardo de papel inerte que sólo cobra vida al ser leído. Toda página impresa vendría a tener una vida vegetativa en la que sonido y sentido están siempre presentes y en activo. Tarde o temprano, esa vigilia permanente lleva a la palabra impresa a tomar noción de sí como lenguaje cautivo.
    Amparada en esa hipótesis discutible, la Biblioteca Fósil se constituye en catálogo de objetos en los que la lengua impresa ha optado por la transformación radical de su condición y destino mediante la desecación y progresiva calcificación del producto editorial.
    Al igual que la oruga se envuelve en su capullo y sale de él transfigurada, el lenguaje sella todas las salidas y se encierra a cal y canto en su mortaja de papel para salir de ahí reconvertido en lo que verdaderamente es: fluido, palabra en el tiempo.  Esa alquimia rigurosa nos deja un duro y pálido despojo, el libro fósil.
    Concebida como colección atípica y única en su género desde la convicción de que el asombro aún es posible, Biblioteca Fósil es un fondo de libros en estado mineral que pretende estudiar y divulgar el fenómeno de la calcificación de fondos bibliográficos y mostrar la belleza terminal de esos raros ejemplares».

Es a todas luces evidente que esa forma de argumentar es más poética que científica o lingüística y que, tal y como mencionamos, la transformación del papel en piedra se ampara en una hipótesis discutible. Nosotros nos hemos movido siempre dentro del campo de las artes plásticas, la  literatura y, más tardíamente, la edición, y nuestro discurso está empapado de la lógica peculiar y la atmósfera que impregna esos ámbitos. Era pues inevitable que afrontásemos la argumentación de nuestra Biblioteca Fósil desde esas coordenadas y que, muy consecuentemente, ni nos planteásemos siquiera la posibilidad de echar mano de los rudimentos de química y de lingüística que sin lugar a dudas habrían dotado al concepto de un rigor del que carece. Entendemos y defendemos que se trata de la elección, plenamente consecuente, de un talante y una actitud. Dadas las circunstancias y nuestro bagaje, argumentar de otra manera nos hubiese parecido una impostura.

 

 

4-La edición en piedra y la bibliofilia de ficción.


A nadie mínimamente informado se le escapa que las coordenadas de origen de la Biblioteca Fósil —la ironía, la recontextualización de un objeto y la apropiación de  técnicas tradicionales para fines espurios— son también las de una buena parte del arte actual. En ese sentido, entendemos que si hubiésemos presentado la colección como asunto meramente plástico se habría difuminado su personalidad en ese descampado inclemente y sobresaturado que es la escena del arte de hoy. Creemos que el verdadero calado y la auténtica personalidad de la Biblioteca Fósil cobran realce cuando se la defiende desde el ámbito de la edición y con los argumentos propios de la bibliofilia de siempre; campo tradicionalmente cerrado, rancio y que contrasta frontalmente con del arte de nuestros días, donde todo es novedad y constante mudanza.
     Con una certeza absoluta en que, pese a su ascendencia escultórica, la Biblioteca Fósil es una colección coherente y hasta necesaria en un proyecto editorial lo bastante peculiar como es De La Pulcra Ceniza, en 2007 esbozamos un plan de producción y expansión que acreditase la colección como fondo bibliográfico.
     Es evidente que todo lo que envuelve la colección está supeditado a la morosa ejecución de cada una de las tallas y también a nuestra estrategia, largamente meditada, de no producir más de dos o tres números al año. Bajo esas premisas estrictas de funcionamiento, desde que comenzamos a editar en piedra en 2006 trabajamos en la creación de un fondo bibliográfico fósil que a día de hoy está compuesto por una serie de ejemplos de bibliofilia seria y también por títulos que son estrictamente de nuestro interés. La Biblioteca Fósil viene a ser lo que Jorge Luis Borges definía como “una biblioteca de preferencias” que alterna títulos, ediciones y editoriales que existen con otros parcialmente reales y los que son de enteramente de nuestra invención. Es, pues, un ejercicio libre de ficción bibliográfica resuelto en un material inesperado y por completo ajeno a esa actividad: la piedra.
      La descripción bibliográfica que acompaña cada unos de los números de la Biblioteca Fósil se compone de un comentario sobre las particularidades de la edición original, una ficha bibliográfica al uso y una descripción del estado de conservación del  libro fósil, de su aspecto y peculiaridades.
      Muy al contrario de lo que pudiera parecer, ese anexo  bibliográfico no es un mero complemento de la talla o un trabajo menor que le esté subordinado, sino su auténtica expresión. Aun tratándose de libros o de réplicas de publicaciones, el meticuloso labrado de la piedra es a fin de cuentas escultura, actividad que abandonamos en 1996 y retomamos con un talante ya netamente editorial, como se ha indicado, unos cuantos años después.
     La talla, que no es más que una técnica que hemos retomado con fines espurios, es en este caso la cristalización de algo mucho más complejo. Lo que para nosotros cuenta es el vuelo y la cadencia del lenguaje describiéndonos cómo era la publicación, quién la hizo en la noche del mundo y por qué esa piedra es un objeto señalado.
          


5-El escáner como prueba evidente.

La puntada final a toda la urdimbre conceptual en que se basa la Biblioteca Fósil  acabamos dándola, ya  muy tardíamente,  en 2008. Nos  llevó  tiempo ver claramente que no hay nada como una imagen para convencernos de que algo existe realmente.  Mucho tuvieron que ver Susan Sontag y su Sobre la fotografía en la decisión final de incorporar una imagen que dé buena cuenta de que esa escultura no es la réplica en piedra de un volumen, sino una manufactura de procedencia netamente editorial: un libro real que “ha fosilizado”. La Sontag afirma en el mencionado título que “La fotografía procura pruebas… el registro de la cámara incrimina”. Y qué mejor testimonio que una imagen científica, una prueba de escáner de cuerpos opacos en la que puede apreciarse todavía  la cubierta del volumen, la página de créditos y, si el papel de origen era de poco gramaje, hasta la portadilla y el arranque del texto. Lo que se pretende es demostrar al escamado e incrédulo espectador  —que no las tiene todas consigo respecto a que la piedra sea un libro— que la huella de la tinta está todavía atrapada en la piedra; que el ojo imparcial de una máquina lo ha detectado y que no hay duda: aquello es una edición fósil, un libro que ha calcificado.
     Una imagen científica creíble ha de estar realizada con tecnología de última generación e ir avalada por una firma de reconocida solvencia en ese ámbito. A este respecto nos parece que nada más apropiado a nuestros propósitos que atribuir esa prueba de escáner a la capacidad tecnológica de una empresa puntera. Que nos avalen el rigor y los equipos de la todopoderosa “Siemens optics & scanners”, de la remota Hamburgo, no es cualquier cosa…
      Ni que decir tiene que la elaboración casera de ese escáner fraudulento es una de las tareas más agradecidas del complejo y riguroso trabajo de tallar y dotar posteriormente de las debidas credenciales bibliográficas a cada uno de los números de la Biblioteca Fósil.




Escáner de los números 1, 3 y 6 de la Biblioteca Fósil


    
6-El logotipo.

En De La Pulcra Ceniza siempre hemos cuidado mucho la elección del logotipo para cada una de nuestras colecciones. Entendemos que el distintivo gráfico es de importancia capital en cualquier proyecto. Como hemos dicho en otras ocasiones, un logotipo puede ser bueno, malo, actual, desfasado, equivocado y todo lo que se quiera; esos baremos son absolutamente superfluos. El requisito fundamental que sin duda se le debe exigir es que sea inolvidable.
    No sabríamos decir hasta qué punto nuestros logotipos cumplen ese requisito, y sería de una arrogancia e ingenuidad imperdonables que nosotros mismos los creyéramos infalibles. No obstante esa prudencia cautelar, lo que sí hemos podido constatar en los foros y ferias a los que asistimos es que la gente no solo nos recuerda por nuestro distintivo gráfico, sino que va más allá y disuelve nuestro nombre en nuestro logotipo. Por ahí no se nos conoce como De La Pulcra Ceniza sino como “los de la muela”, en referencia a la pieza dental que figura en nuestro distintivo gráfico.



Creemos que un logotipo que se ha hecho sitio hasta eclipsar y ocupar el nombre del proyecto va camino de ser, efectivamente, inolvidable.
     Cuando en su día nos planteamos la creación de un logotipo para la Biblioteca Fósil volvimos a tomar en consideración esa única premisa: que tenga el duende suficiente como para ser, en la medida de lo posible, refractario al olvido. Volvimos a trabajar con los criterios de siempre y a echar mano de la vieja veta madre de nuestras imágenes primordiales, filón profundo de donde sale prácticamente todo lo que hacemos. Descendimos hasta ese estrato y allí estaba la imagen elemental que sin apenas modificaciones pasamos al papel.
     Como imagen gráfica de una colección editorial sin más, el logotipo por el que nos decidimos era inesperado, chocante. Cuando queda claro que Biblioteca Fósil no es un nombre arbitrario, sino el de un fondo de libros en estado mineral, la imagen de la pala de una excavadora se hace suficientemente elocuente pero sin rendirse ni desvelar todo su misterio, su delicada incongruencia con respecto al mundo editorial convencional.


Es un logotipo relativamente reciente —de 2007— y solo el tiempo dirá si es verdaderamente inolvidable. De momento nos consta que va calando y comienza ya a ser imagen indisociable de la colección. Hasta nuestros amigos diseñadores gráficos —que saben muchísimo más de todo esto que nosotros— reconocen que no sabrían decir si es buen o mal logotipo pero que posee, efectivamente, el regusto inconfundible de pertenecer a la escudería de De La Pulcra Ceniza.
    
7-La presentación.

Como hemos venido sosteniendo, la Biblioteca Fósil nació en su día como el contrapeso necesario de Libros De La Micronesia, única colección con la que contábamos entonces y cuyas características, pese a tratarse de un producto también muy cuidado, son bien diferentes. Siempre hemos puesto énfasis en definir la colección como producto de gama alta, y somos plenamente conscientes de que en ese restringido ámbito las exigencias de calidad en cuanto a diseño, materiales y acabados han de ser muy rigurosas.
     Puesto que, como hemos dicho, huíamos de la imprenta, tuvimos claro desde el principio que buscábamos cualquier cosa excepto cartón, cuero y derivados. Tras una serie de pruebas, ese genérico “cualquier cosa” acabó siendo metal. Para dotarla de un empaque inequívocamente regio la colección debía presentarse en caja de metal con el logotipo grabado.
     Cada uno de los volúmenes de la Biblioteca Fósil se presenta en una caja de aluminio de 2 milímetros de grosor hecha a medida y compuesta de fondo y tapa. La chapa de aluminio en origen presenta un aspecto  excesivamente brillante y nada acorde con el mundo de la bibliofilia, tradicionalmente discreto. Para obtener una tonalidad mate, una vez cortado y antes de trabajarlo sumergimos el metal en una solución de ácido fluorhídrico y agua. A continuación procedemos a grabar en hueco el dibujo del logotipo de la colección sobre la tapa.
     El resultado de toda la operación es una caja límpida y diáfana que posee el empaque y la prestancia adecuados para contener un producto que, sea el que fuere, ha de tratarse por fuerza de algo muy particular. Nos parece que eludir el nombre de la colección y grabar solo el dibujo del logotipo contribuye a preservar el enigma que posee toda caja cerrada.






8-Libros y fantasmas de libros.

La riqueza y diversidad de una biblioteca se mide por su catálogo, por la relación de títulos que componen su fondo. Una biblioteca pública está poco menos que obligada a cubrir, en la medida de lo posible,  todo el espectro de temas e intereses. Por el contrario, una biblioteca privada es en la mayoría de los casos un fondo parcial compuesto por obras de preferencia y regido por el criterio personal. Es evidente que la Biblioteca Fósil pertenece a este segundo tipo y que la relación de títulos que la componen es expresión de nuestro gusto y nada más.
     Sostenía Borges que los libros ficticios tiene a veces más entidad que los reales, y que toda gran biblioteca ha constar de libros y de fantasmas de libros. Hemos acatado muy gustosamente la preceptiva del maestro argentino y el catálogo de nuestra Biblioteca Fósil consta, como él quería, de títulos reales y ficticios.
     El surtido y la combinatoria de nuestro catálogo se dispone como sigue:
A)  Títulos y ediciones reales copiados a escala 1:1
B)   Títulos reales en edición supuesta y adjudicados a una editorial ficticia.
C)   Títulos ficticios adjudicados a una editorial que existe o ha existido.
D)  Títulos ficticios adjudicados a una editorial o imprenta inexistente.

La lista que sigue es, a día de hoy, el catálogo completo de la Biblioteca Fósil, que ha sido mostrada parcialmente en algunas de nuestras exposiciones. (La letra en color indica a cuál de las categorías anteriores pertenece el título).

Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio, Vivaque, Valladolid, 1956. B                        
Alice´s adventures in wonderland, Lewis Carroll. Macmillan and Co. Londres, 1863. A
Ariel, Sylvia Plath. Pedra de fogo, Lisboa, 1967. B
Cartas a Sor Maria Celeste, Galileo Galilei. Imprenta de Cesáreo Rincón,  Astorga, 1952. B
Cathay, Ezra Pound. Mu publishing, Ibiza, 1973. B  
Diamond sutra, Anónimo. Garuda publishing, Kathmandu, 1969. B
Four quartets, T.S.Eliot. Harcourt, Brace & Co. New York, 1943. A
Hymnica (La spia nella camara da letto), Anónimo. Imprenta de Gianbatista Betinelli, Venecia, ca. 1750. C
Leaves of grass, Walt Whitman. Pale Sand publishing, Dallas, 1958. B
Peter Rabbit, Beatrix Potter. Frederick Warne & co, Londres, 1902. A
Quiet dust, Emily Dickinson. Leonard Lindsay, editeur, Ginebra, 1924. D
Rimbaud. Elevator, Valparaíso, 1919. D


                                                                                

                
Sol i de dol, J.V.Foix. Gebre, Barcelona, 1963. B

domingo, 27 de mayo de 2012

LIBROS DE LA NOCHE DEL CORAZÓN IV



Si hubiese recibido en la adolescencia el consejo que Pater a dio a Wilde (que no leyese de forma indiscriminada ni diera la misma importancia a todo lo que se lee, que desarrollase el “exquisito tacto de omisión”), es más que probable que tal discriminación me hubiese hecho esquivar, entre los muchos libros en que incurrí, este Nova Express de William Burroughs, lo que habría sido una verdadera lástima y una omisión de consecuencias incalculables.
A más de treinta años del fogonazo y la brutal ignición que me supuso la apertura inicial del volumen, el pasmo y el sobresalto de su intrincada lectura son de los que aún perduran. Todavía me sorprende cómo se me quedaron incrustadas y afloran a su antojo algunas de las invocaciones que se repiten a lo largo del libro: “Palabra cayendo, foto cayendo” “Consejos Sindicatos  Gobiernos de la tierra Pagad – Devolved el color que habéis robado” “No good – no bueno”.
Bourroughs es de esos autores que si te emborracha la juventud, como es mi caso, de la resaca consecuente no te libras en la vida. Siempre se acaba, en un momento u otro, volviendo a él, a probar con paladar de adulto su garrafa compleja, el soberbio trago que tanto y tan memorablemente nos perturbó en su día. Y todo porque su escritura y su circunstancia vital forman un solo cañamazo indesligable: no se puede leer a Burroughs omitiendo sus andanzas legendarias, su personalidad escurridiza y su legado apocalíptico. Ese currículum impagable es el que da solera de gran bodega a una obra que ya de por sí es noble alcohol de vanguardia destilado y de alta graduación.
El chamizo infinito del universo que pinta Burroughs en Nova Express tiene algo de salvaje oeste. Así presenta a la banda de forajidos que asolan el libro de punta a punta: “Sammy el Carnicero, Tony el Verde, Garras de Hierro, el Artista del Culo, Jacky Nota Azul, John Caliza, Izzy el Traficante, Mari Hamburguesa, Paddy el Aguijón, El Niño Subliminal, El Dinosaurio Azul y Mr. & Mrs. D, conocido también como Mr. Bradly Mr. Martin, conocido también como El Espítiru Horrendo, a quien se supone jefe de la banda. La Banda Nova”.
Hojear ahora Nova Express, internarse por un rato entre sus capas de  imágenes sobrecogedoras, de fragmentos de lenguaje caldeado hasta el rojo blanco y de consignas apocalípticas, además de la experiencia estética de gran calado que siempre ha sido, es para mí rejuvenecer y florecer súbitamente en un día cualquiera de 1978, cuando uno ponía Trespass de Genesis y leía: “Polvo de palabras por todas partes ahora como sucio estuco sobre las construcciones. Polvo de palabras incoloras, humo flotando en las calles…”.






                   
                                                                                  


                       

miércoles, 23 de mayo de 2012

DIBUJANDO


Hemos comenzado recientemente los ensayos, pruebas, tentativas y tiros de fogueo que, si todo va bien, es de prever que en breve nos pongan sobre la pista válida que nos permita dar con el empaque, la factura y el timbre adecuado para ilustrar el próximo número de Libros De La Micronesia.
Como el numeroso frente de nuestra actividad no nos permite en este momento dibujar a diario, es muy probable que todavía estemos a cierta distancia de ese instante inefable en que se deja ver lo que hemos rastreado durante semanas.
Aunque no descreemos del hallazgo instantáneo y feliz, del ponerse y dar con el nervio del asunto a la primera, por nuestra experiencia sabemos que las coordenadas de la improvisación afortunada y el mundo luminoso de la facilidad certera nos son completamente ajenos. Conocemos perfectamente nuestras limitaciones y exigencias, y sabemos por experiencia que el ajuste entre ambas magnitudes lo hemos de trabajar a conciencia. En lo referente a esos delicados asuntos tenemos siempre muy presente uno de los postulados básicos de los exigentes pintores taoístas: “la distancia entre la obra válida y la desechable es del grosor de un cabello”.
Adjuntamos unas vistas de nuestro humilde taller, de la mesa en que perseveramos y de un par de tentativas que están ya en la papelera.