domingo, 19 de agosto de 2012

ESCULTOR DE FERRAGOSTO



No sé si lo dejó por escrito en alguno de sus textos o es una opinión que le atribuye Vasari. El caso es que Leonardo sostenía que la pintura, además de “cosa mentale”, es un arte superior a la escultura porque, entre otros argumentos de más fuste pero menos curiosos, la práctica de esa disciplina exige esfuerzo físico, se trabaja de lo lindo entre polvo y cascotes, el sufrido escultor lleva las palmas encallecidas de la maza y el escoplo, las uñas de luto sospechoso y todo él presenta un lamentable desaliño de obrero sin cualificar. Para Leonardo el escultor es un picapedrero, un currante de fiambrera y cantimplora que ya quisiera para sí un trabajo descansado de silla, caballete a la sombra y dar pinceladas como un señor pintor.

Soy escultor estacional, de ferragosto, y le doy a la maza y sufro en carne propia las lacras que menciona Leonardo solo en verano, que es cuando me sumerjo en las trabajosas labores de desbastado inicial y perfilado de una serie de tallas que, tras dejarlas dormir todo el otoño, remato a lo largo del siguiente invierno.

Entiendo que tras circunvalar por diferentes técnicas, el grado cero de mi actividad como escultor ha vuelto a ser nuevamente la talla, que es de donde en su día partí y adonde he regresado después de unos doce años desentendido del oficio. Aunque menciono la talla y sus procesos y hablo en todo momento de escultura, lo cierto es que mi dedicación actual a esa exigente disciplina es absolutamente espuria y tiene bastante de comportamiento desleal para con lo que convencionalmente se tiene y es en puridad escultura.

Como ha quedado dicho en alguna de las entradas anteriores de este blog, actualmente presento, vindico y argumento mi trabajo escultórico como producto netamente editorial y, más específicamente, como edición que ha fosilizado. Mi producción desde 1996 no es escultórica sino editorial y no está recogida en una serie de tallas, sino en un conjunto denominado Biblioteca Fósil, que ha sido concebido y se articula como colección estable dentro de un proyecto editorial peculiar y de amplio espectro: De La Pulcra Ceniza.

Si Leonardo reprochaba a la escultura el no ser lo suficientemente señorial  y pulcra para que la pudiese practicar un caballero, Lord Shaftesbury no le iba a la zaga en miramientos y exigencias de clase y reivindicó con firmeza que “…editar es una ocupación de caballeros”. Aunque somos bien conscientes de que con nuestra humilde y plebeya Biblioteca Fósil contravenimos el ideario de esos prohombres, los seguimos admirando.

Ahí van unas cuantas imágenes del taller en medio del fragor del trabajo escultórico y algún ejemplo de lo que es “editar en piedra”.






"Cathay", Ezra Pound, Mu publishing, Ibiza, 1973. (Anverso)

(Reverso)

"Ariel", Sylvia Plath, Pedra de fogo, Lisboa, 1967.

"Quiet dust", Emily Dickinson, Leonard Lindsay editeur, Genéve, 1924.

                                                                                   



                                                                                   

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