domingo, 11 de septiembre de 2016

EL DESHIELO DE LA ORTIGA


Ilustración para El archipiélago sideral, © 1993, Ballester/Muñoz.


A raíz de la reciente publicación de la reedición del tercer número de Libros De La Micronesia, nuestra última edición, a vuelta de vacaciones me he encontrado algunos correos de suscriptores, clientes ocasionales y simpatizantes de este humilde sello editorial sorprendidos y molestos la mayoría de ellos ―e incluso alguno indignado― por los comentarios y las opiniones que Carlos Ballester sostiene en su texto En equilibrio inestable, larga andanada verbal con que ha colaborado en la publicación.

   De manera clamorosa y unánime, todo ese colectivo de gente afín coincide en señalar la sorpresa que les ha deparado encontrar un largo alegato contra Libros De La Micronesia en una cuidada edición que celebra y festeja su publicación más entrañable y que edita De La Pulcra Ceniza, la parte agraviada, por así decirlo. También está, a qué negarlo, el correo disidente. Uno solo pero especialmente intenso y que también cuenta. En él no solo se toma partido por Carlos Ballester sino que se ovaciona su atrevimiento y se jalea alguna de sus observaciones más chuscas.

   Como responder a todos y cada uno de esos correos es un trabajo que sobrepasa con creces mi disponibilidad de tiempo, aprovecho este canal para contestar a todo el colectivo de una sola vez.


En su momento, cursamos invitación a Carlos Ballester para que colaborase precisamente porque, conociendo su talante insobornable y algo arisco, sabíamos que iba a ser una voz disidente. En ese sentido no hubo sorpresa; sí la hubo en lo que respecta al calado y la  extensión de su texto, que no se atiene a comentar escuetamente la edición original del tercer número de Libros De La Micronesia, como le pedíamos, sino que desborda esa acotación y hace toda una disección pormenorizada de la evolución de la colección, un lacónico resumen de sus propias andanzas como editor y una crónica fugaz de los vaivenes de nuestra amistad.

   Todo es opinión, y podemos o no coincidir con la suya y estar poco o nada de acuerdo con sus observaciones al respecto, pero de lo que no hay duda alguna es que aunque sea de manera especialmente corrosiva y con opiniones y expresiones faltas de la ponderación debida en muchos casos, En equilibrio inestable es la radiografía más perspicaz y completa que hasta el momento se ha hecho de Libros De La Micronesia; y es especialmente valiosa por venir de quien además de insobornable ha sido editor exquisito, austero, esquivo, raro, marginal por vocación y olvidado entre los olvidados. Por crítica que sea, la opinión de alguien con esas credenciales no se puede ignorar a la ligera. Y menos todavía coartar, censurar, exigir o siquiera sugerir que modifique o modere su expresión. De ninguna manera podíamos caer esa actitud, por mucho que el texto "roce en ocasiones el insulto", como dice en su correo uno de nuestros suscriptores.

   Creo que hicimos lo que cabía, y además convencidos: acusar amablemente recibo del archivo que contenía el texto, responder a Carlos la verdad: que nos parecía "beligerante, polémico y superlativo", darle las gracias por todo y a continuación volcar el texto y comenzar a maquetar como si nada. Si no recuerdo mal, mantuvo su discurso original de cabo a rabo y nos devolvió las galeradas sin rectificación ninguna.


La consecuencia verdaderamente curiosa, chocante y por completo insospechada de esa colaboración, que ha sorprendido a propios y extraños ―a mí el primero―, y que sin duda sorprenderá también al colectivo de indignados al que me dirijo, ha sido el acercamiento inicial y el lento pero firme restablecimiento de nuestra amistad al cabo de casi dos décadas de haberla derogado de mutuo acuerdo y a cara de perro.

   El deshielo entre ambos es ya un hecho que ha comenzado a dar sus frutos. Lo cierto es que lo hemos retomado en el punto exacto en que lo dejamos; de manera que El archipiélago sideral, proyecto en el que De La Pulcra Ceniza lleva embarcada ya unos años y que, si no hay contratiempos, publicaríamos en 2018, contendrá dos versiones: la original, parcial e inacabada, que aparecerá tal cual se dejó en su momento, llevará pie editorial de Ortiga Editora y firmaremos Carlos y yo; y la nueva, que llevará pie editorial de De La Pulcra Ceniza.


Aparte de celebrar “el deshielo de la ortiga” y de acabar de ponernos al día acerca de esto y lo otro, lo poco que de provecho hemos hecho Carlos y yo este verano ha sido contemplar largamente los pecios de la primera versión del Archipiélago y, entre cervezas y audiciones de viejos elepés de Steely Dan y The Durutti Column, cerrar un acuerdo arriesgado pero necesario: publicar El archipiélago sideral tal como lo abandonamos en su día, hermoso y sin aliño ninguno; crudo y auténtico, como todo era entonces. 



Ilustración para El archipiélago sideral, © 1993, Ballester/Muñoz.

Ilustración para El archipiélago sideral© 1993, Ballester/Muñoz.

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